Cómo nos afecta estar resueltos a ser ricos
EN UN mundo en el que más de ochocientos cincuenta millones de seres humanos pasan hambre, puede parecer extraño que la abundancia material represente un problema. Pero notemos que el pasaje bíblico citado en el artículo anterior no previene contra el dinero y las posesiones, sino contra el amor al dinero y la resolución de ser ricos. ¿Qué les sucede a quienes solo viven para acumular riquezas? Veamos primero cómo afecta ese estilo de vida a los hijos.
El efecto en los hijos
Se calcula que los niños estadounidenses ven todos los años un promedio de 40.000 anuncios televisivos. Si se añade a esto los videojuegos, los sofisticados reproductores de música, los programas informáticos y la ropa de marca que ven en la casa de sus amigos y en las tiendas, resulta fácil imaginarse el aluvión de artículos que les piden a sus padres. Y la realidad es que hay padres que conceden a sus hijos todos sus caprichos. ¿Qué razones puede haber para ello?
Algunos progenitores pasaron muchas privaciones cuando eran niños y quieren asegurarse de que a sus hijos no les suceda lo mismo. Otros temen que sus hijos dejen de quererlos si les niegan lo que les piden. “En el afán por ser los mejores amigos de sus hijos, hacen todo lo posible por que estos se diviertan”, dijo la cofundadora de un grupo de apoyo a los padres localizado en Boulder (Colorado, EE.UU.). Otros padres creen que con una abundancia de regalos pueden compensar el tiempo extra que pasan en el trabajo y que deberían dedicar a la familia. También hay quienes, después de una larga y agotadora semana de trabajo, no tienen ánimos para afrontar la discusión que inevitablemente sigue a la respuesta: “No , no te lo voy a comprar”.
Pero ¿es bueno para los hijos que sus padres les den todo lo que desean? La experiencia demuestra que, irónicamente, cuando los padres conceden todo a sus hijos, no logran que estos los quieran más. Lo que sucede en realidad es que los niños tienden a volverse unos ingratos. Ni siquiera valoran lo que consiguieron después de mucho insistir. La directora de una escuela dijo: “He comprobado que cuando los chicos piden algo y se les concede al instante, a las dos semanas ya no le hacen ni caso”.
Por lo general, los niños consentidos son unos ingratos, y lo que tanto deseaban enseguida deja de interesarles
¿Qué les sucede a los niños consentidos cuando crecen? Según la revista Newsweek, ciertos estudios revelan que al llegar a la edad adulta “les resulta difícil superar los desengaños de la vida”. Como nunca aprendieron que hay que esforzarse para conseguir las cosas, no es raro que fracasen en su vida estudiantil, laboral y matrimonial, y acaben dependiendo económicamente de sus padres. También son más propensos a sufrir ansiedad y depresión.
Como vemos, después de todo, los niños consentidos sí sufren privaciones. Se les priva de la oportunidad de desarrollar autoestima, de cultivar su riqueza interior y de aprender el valor del trabajo. La psicoterapeuta Jessie O’Neill advierte: “Si les enseña a sus hijos que pueden conseguir todo lo que quieran en el momento en que lo deseen, los está condenando a sufrir en la vida”.
El efecto en los adultos
En lo que respecta a los casados, “sin importar cuánto tiempo lleven juntos ni cuánto dinero tengan, es probable que su próxima disputa sea por cuestiones monetarias”, indica la revista Psychology Today. También señala que “la forma en que la pareja resuelve los desacuerdos y problemas económicos es un buen indicativo de si la relación tiene futuro o no”. Está demostrado que quienes conceden excesiva importancia al dinero y los bienes materiales tienen más probabilidades de sufrir un fracaso matrimonial. De hecho, se calcula que las discrepancias económicas son uno de los factores dominantes en un 90% de los casos de divorcio.
Aun cuando la pareja siga junta, la relación conyugal sufrirá en caso de que ambos centren su atención en el dinero y los lujos. Si tienen tal actitud, es fácil que contraigan deudas, lo que muy posiblemente haga que se pongan de mal humor y se culpen mutuamente de sus problemas económicos. A veces, cada uno de ellos dedica tanta atención a sus posesiones que no le queda tiempo para su cónyuge. ¿Y qué sucede cuando uno de los dos realiza un gasto cuantioso y se lo oculta al otro? Tal conducta genera un ambiente de secretismo, sentimientos de culpa y desconfianza, todo lo cual corroe la relación matrimonial.
La resolución de ser ricos puede crear tensiones en el matrimonio
Otros adultos, tanto casados como solteros, han pagado un precio más alto por su ambición materialista: su propia vida. En Sudáfrica, la presión por vivir según los valores materialistas occidentales ha llevado a algunos ciudadanos al borde del suicidio. En Estados Unidos, un hombre mató a su esposa y su hijo de 12 años y después se suicidó, motivado al parecer por sus problemas económicos.
Es cierto que el afán de acumular riquezas no mata a la mayoría de la gente, pero sí es posible que les impida vivir la vida. Además, las tensiones laborales y económicas pueden provocarles ciertos trastornos de salud —como ataques de pánico, insomnio, migraña crónica y úlceras— que afecten la calidad y la duración de su vida. Y a veces, cuando el individuo finalmente comprende que tiene que cambiar sus prioridades, es demasiado tarde. Su cónyuge ya le ha perdido la confianza, sus hijos ya se han visto afectados emocionalmente, y su salud ya se ha deteriorado. Quizás pueda repararse parte del daño, pero sin duda requerirá mucho esfuerzo. Tales personas en verdad “se han acribillado con muchos dolores” (1 Timoteo 6:10).
¿Qué desea usted?
La mayoría de la gente desea tener una familia feliz, buena salud, un trabajo que les guste y suficiente dinero para vivir cómodamente. Sin embargo, para tener las cuatro cosas hace falta equilibrio, y cuando el principal objetivo de uno es el dinero, se pierde tal equilibrio. A fin de recuperarlo, tal vez haya que renunciar a un empleo muy bien remunerado, una casa grande, un auto caro o una posición social alta. Pero ¿cuántos están dispuestos a prescindir de tales lujos para centrarse en valores más elevados? Una mujer admitió: “Sé que no necesito esas cosas, pero es tan difícil desprenderse de ellas...”. Otros sí están dispuestos a renunciar a los lujos, pero no quieren ser los primeros en hacerlo.
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